Eduardo Acevedo finalizó su ciclo con el «Campanil» hace un par de semanas. Tras ese suceso, el nombre de Hugo Balladares se apropió de una banca con muy pocas fechas para el final del torneo y en puestos de descenso. 

Yo soy un convencido de que las oportunidades a técnicos criollos nuevos hay que dárselas, pero entregársela bajo un proceso real. Bajó un ambiente apropiado para empezar a cimentar un trabajo, no a 9 fechas del final. En un torneo extraño, dónde -por un lado- la tabla 2020 aún no es problema y existen posibilidades vivas de clasificar a copas internacionales, pero en la tabla ponderada ha sido un constante dolor de cabeza durante el año. El equipo que está arriba, aún está muy lejos con el puntaje obtenido.

Lo más lógico era terminar el torneo con algún entrenador de la casa, desde divisiones menores, que conozca el funcionamiento de los jugadores y del club. Para no llegar a conocer y adaptarse en un par de partidos, lo que puede costar finalmente el descenso. Siguiendo está lógica, morir con las botas puestas, como se dice por ahí y después, a final de torneo, armar un proyecto serio nuevamente, con un proceso de un entrenador como Hugo Balladares. Pero sin la presión de un descenso impuesto por un mal juego anterior y no por responsabilidad propia.

Las cosas ya están hechas. Hugo ya llegó y probablemente las ganas y las esperanzas están para hacer un buen trabajo. Probablemente pueda descender o quizás pueda mantenerse. Para mí, no es un ambiente justo para un técnico que vive sus primeras armas, y de igual forma, hay que ser valiente para tomar este fierro caliente con todo lo que conlleva.

Fotografía Comunicaciones Universidad de Concepción