Nuestro periodista y colaborador Luis Escares nos dejará semana a semana distintas crónicas como parte de la historia de Lota Schwager, las cuales recogeremos en torno a la celebración de los 54 años del elenco minero. Acá en La Pelota es Mía, te dejamos la segunda parte.
12. De papelucho a «Huentecrack»
15. Llévame a navegar «Marinero»
18. Víctor Andrés, el señor del área
10. ¿Quién pone la música?
«Lota Schwager Lota Schwager, buscas triunfos con honor, nos deparas alegrías, al lucir tu galardón; Lota Schwager Lota Schwager, entusiasta institución, dignamente representas a la zona del carbón» es el himno que desde 1972 acompañó al club durante las salidas a la cancha.
El coro del Liceo de Coronel grabó el primer tema dedicado a la lamparita, bajo la dirección de Jorge Vigueras seis años después. Corcheas que hasta hoy se escuchan y que nacieron de la creación de Adriano Reyes, el cual aún se puede escuchar en su calidad original y con una versión remozada, ambas en Youtube.
Un tema que gráfica la lucha del minero, y como en esos entonces se daba, con una armoniosa letra dando cuenta que lo importante era participar, pero que logró gran significado en la zona.
Las tradiciones se fueron perdiendo. El himno se apagó por años hasta que a mediados del 2000, las buenas campañas del tricolor trajeron de regreso la música.
Henry Pardo era la voz de Radio El Carbón, pero también tenía el anhelo de convertirse en cantante de cumbia. Eso lo vio la dirigencia, que para el ascenso de 2006 convocó a que el joven fuera el sonete del hincha minero.
Al ritmo del «Dale Lota, hoy te venimo’ a ver», canción que era coreada por todo el estadio, Pardo se convirtió en un amuleto minero, tanto que llegó a grabar un disco donde se incluyó el éxito que alentaba a la lamparita, además de cantarlo en el Federico Schwager en varias ocasiones.
A la par, en radio Rock and Pop de Santiago, el programa más popular de esos días era «El Portal del web..eo» conducido por Freddy Guerrero, DJ Black y Magmanaman, quienes en la canción central del espacio se acordaban del tricolor.
El tema grabado en 2005 e interpretado por la banda Tronic, recordaba el clásico «¡Al empate Schwager!», que popularizó Ballico en los setentas, y que con la aparición en la FM nacional se volvió popular en Chile.
Para 2010, la música llegó desde el extranjero. La banda francesa WonderFlu, creó un disco llamado «Lota Schwager», que constó de ocho temas en inglés y que resultó un homenaje al papá del guitarrista de la banda.
«La historia de Lota Schwager es muy sencilla. Cuando terminamos de grabar nuestro primer disco, teníamos que darle un nombre y no lográbamos nunca encontrar uno que le convenga a todo el mundo. No sé quién de nosotros propuso Lota Schwager, supongo que uno podría imaginarse que fui yo pero no creo, lo encontramos gracioso, fuera de lo común», comentó Javier Reyes, miembro del grupo, ante el fanatismo de su padre José, quien nació en Lota, en 1979 emigró al país galo y sigue a la distancia al cuadro minero. Se puede escuchar en Youtube y Spotify.
Otros fanáticos de la lamparita son los chicos de «La vieja konfiable», banda minera que desde que el club cayó en el amateurismo colaboró intensamente en varias campañas solidarias. Todos fanáticos del tricolor y que desde 2016 animan la partuza coronelina.
Pero aún faltaba más, ya que al ritmo de la murga y cumbia, hace unas semanas lanzaron «Una extraña enfermedad», que al ritmo del pegagoso «dale, dale, dale Lota, dale, dale, dale Lota», está en la lista de todos los mineros más jóvenes, que siguen manteniendo el legado minero.
11. ¡Al empate Schwager!
Dicen que su voz aún se escucha en Coronel. Pese a que partió hace 37 años, todos en la zona han escuchado de él, y si no, seguramente han oído el clásico «Al empate Schwager», que nació de su genialidad incomprendida por muchos.
Se llamaba Óscar Barra Roa, pero nadie lo conocía así. Todos lo llamaban «Ballico». Con su ronco vozarrón retumbó en todos los rincones de la comuna. Vendiendo papas aplanaba las calles polvorientas. Sin perder la sonrisa, la talla a flor de labio y galantería al hablar, ahí nadie le ganaba.
En las ferias ayudaba a todos. Gritaba los productos como ningún otro, verlo era un espectáculo, y si así era en su vida cotidiana, cuando pisaba el Federico Schwager no podía desentonar.
Recorría el estadio. Saludando a todos. Echando bromas y cuando ya los jugadores estaban en la cancha, no había quién lo callara.
Repartía instrucciones, alentaba, se enojaba y entregaba su humor puro hasta en las situaciones más incómodas. Una de ellas narra la muerte de un dirigente minero. El estadio le brindaba un minuto de silencio, cuando de la nada se escuchó la interrogante: ¿Y de qué murió? El acto solemne se perdió y la risa de la hinchada se masificó.
A quienes no les gustó la actitud fue a la dirigencia y los milicos. Lo echaron del estadio, pero él no encontró nada mejor que irse al cerro. Al Lota se le alentaba desde cualquier parte.
En las filas del estadio hacia que todos entraran con una sonrisa, la misma que le sacó el Federico cuando Guillermo Azócar recibió un ramo de flores al centro de la cancha y desde lejos gritó: ¿Y dónde es el velorio? Otra vez lo echaron.
Sus anécdotas se fueron acumulando, varias veces lo dejaron sin entrar porque consideraban que era peligroso, pero los jugadores le tenían afecto, la gente le aguantaba todo y los rivales lo sufrían por 90 minutos.
Pero de su más célebre frase nadie puede dar seguridad de cuándo la dijo. Por fecha y resultado, pudo ser el 27 de mayo de 1979. Ese día, Audax Italiano le metió un poco decoroso 5-1 a Lota. Boleta horrible, pero para Ballico y su optimismo empedernido la oportunidad de quedar en la memoria chilena.
En medio de las caras tristes se paró, agarró un poco de valor y juntó las sílabas precias. Rompiendo el silencio salió por primera vez el ¡Al empate Schwager!, cuando el marcado iba 4-0 dicen. Primero hubo incredulidad entre los que estaban ahí, luego llegó la risa y un sin fin de tallas que hasta hoy se recuerdan.
Su grito de batalla quedó en la historia minera. No hay sitio de Chile o estadio en donde alguna vez no se haya escuchado el ¡Al empate Schwager! Aliento de fe, ganas, empuje y esperanza a prueba de todo.
Ballico siguió en lo suyo. Sobreviviendo el día a día, pero queriendo a su Lota Schwager hasta el final. Pese a su fama pelotera, su vida era solitaria. En un viejo vehículo pasaba sus noches, hasta que un día la oscuridad fue eterna.
El 20 de noviembre del 1983 seguramente se quedó soñando que Washington Abad marcaba el gol que nos llevaba a la Libertadores, era qué no, con un empate, ese que hasta hoy recordamos.
12. De papelucho a «Huentecrack»
Dicen que el Huente se va. Hace rato tenía que irse. Por qué aguantó tanto tiempo acá, quizás sólo él lo sabe, pero seis años en Lota Schwager es una eternidad.
Pocos aguantan tantos, él fue uno de ellos. Otro más que llegó desde afuera. Cambió la comodidad de Viña por el sufrimiento de Coronel. El «Pelao» Acosta no lo pescó para jugar la Libertadores con Everton. Antes se había cansado de romperla en Unión Quilpúe donde jugando en tercera fue convocado a la Sub 20.
Debutó en el Clausura 2009 como un pollito. Pudo ser antes, pero hubo problemas con su pase. En pleno invierno este flaco, morocho, mecha de clavo, la 7 en la espalda y con 20 años sorprendió en la B.
Debutó a lo grande, en un clásico contra el Conce, una semana después marcó su primera pepa en Osorno. Terminó ese torneo con cinco goles.
Ya el 2010 explotó. Sus desbordes, ganas y fintas llevaron a Lota a jugar el grupo de ascenso. Al otro año llegó nuevamente la selección. El «Bichi» Borghi lo llamó a una Sub 25 para jugadores de la B. Su nombre sonaba en varios equipos de primera, nadie se lo llevó.
Se quedó para aguantar los momentos más difíciles del club. Cambió la 7 por la 15 y las alegrías se esfumaron por el sufrimiento de mantener la división. Él ponía sus goles, el aguante, el tesón minero que ya lo reconocía como uno más.
En 2013 Everton lo llamó, el Conce también, el descenso ya estaba cerca, pero eligió quedarse para una temporada mala.
Jugaba, aportaba, aunque los resultados no llegaban.
Su último semestre fue grande. Goleador del equipo, cuarto en la tabla y un Federico Schwager que lo despidió como el «Huentecrack» que se convirtió.
Era un día como hoy, como nunca Lota jugó un viernes con 2 mil personas que llegaron para despedir hasta ese entonces al último ídolo. Después de casi 180 partidos y 34 goles, Huentelaf se marchaba del mineral.
Al minuto 83 por última vez tomó la pelota en la cancha que le dio todo. Miró de reojo y la clavó en la portería de Copiapó. Delirio, la camiseta voló a cualquier parte, corrió al banderín del córner y de ahí como un desaforado intentaba mostrar su mejor cara, pero por dentro lo inundaba la pena.
Con el pitazo final sus ojos se llenaron de lágrimas. Ya tenía todo listo para irse en unos días más a la U. de Concepción. Ahí llegaría el sueño de ser campeón, jugar la Libertadores y estar en primera.
Su último partido fue ante San Marcos en el norte. Al minuto 88′ Enzo Vera lo reemplazó. Para José fue su último partido en Lota, para Vera el último de su carrera. El tricolor tenía que irse al descenso, pero se salvó por secretaria.
Con 25 años emigró a cumplir su sueño. Lota lo recuerda. Él también lo sigue. Manda mensajes, ve partidos y para los hinchas es uno de los últimos que la mojó. El morocho papelucho se hizo minero.
13. Hippie artillero
En Camilo todos los conocían. No lo podían bajar ni con patadas, ni a tirones. Sus pelotas tenían hambre de triunfo y en la banda derecha nadie lo superaba.
En el barrio le pusieron «Hippie», por lo mucho que jugaba con su pelo. Melena larga, bigote imperante. Pacifista en la cancha, agresor en el área.
Después de pasar por el Nobel y Celtic del fútbol de barrio, llegó a Lota a mediados del 74′. Con 19 años fue baluarte de ese torneo donde jugó 23 veces y como amuleto, porque en sus cinco goles a Magallanes, Aviación, La Calera, Magallanes y el Conce, Lota nunca perdió.
El año siguiente todos los querían ver en la Roja Sub 20, pero el médico de la selección lo boicoteo. Siguió jugando y marcando goles. Así en el 76′ llegó a 10 pepas, pero las más significativas fueron a Antofagasta en el norte. Con un doblete al minuto 90, salvó a Lota de la promoción,
Con Vicente Cantatore todo cambió. El rosarino quería que probara cosas nuevas, pero él quería seguir marcando. Con sus tres goles a Everton, dejó en silenció al campeón del año anterior, y en la recta final del torneo se vistió de héroe ante Audax y el Morning, pero no alcanzó para ir por la Libertadores.
Tenía rapidez, gambeta, buen juego. Desde otros equipos ya habían puesto sus ojos en él. Sonó en Santiago varias veces, coqueteó con la selección, y para sorpresa de muchos nunca se le dio.
Para el 78′, el «Hippie» ya estaba consagrado. Tenía más de 100 partidos en primera con 24 años y aparecieron las ansías que querer volar. Así el 12 de diciembre se fue. Se despidió en un empate 0-0 ante Concepción. Tres mil personas llegaron a decir chau al máximo goleador minero en primera con 31 goles. Su destino estaba en el norte.
Seguiría siendo minero. Cobreloa lo llamó. Venía de un subcampeonato y necesitaba su agilidad. Ahí lo volvió a pillar Vicente Cantatore. Jugó de defensa, volante, de corte, sólo le faltó ponerse bajó los tres tubos.
Vinieron los títulos, los subcampeonatos de América, pero la selección no apareció. Lucho Santibáñez lo cortó porque no quiso irse a Católica, pero hubo un corte peor, el de su tendón de Aquiles, desde ahí no fue más el mismo.
Volvió al tricolor la temporada 84′ para volver a encontrar su mejor forma física y la confianza en su gente, pero no jugó. Concepción y Huachipato fueron sus otras estaciones, para el 87′ regresar con Lota en primera, jugando 20 partidos y marcando un gol a Naval
Sus 31 pepas en primera no fueron superadas por nadie. Es uno de los cinco goleadores más importantes del club. Virtuoso todoterreno, que de vez en cuando vuelve a la cancha, donde sigue recibiendo el cariño y afecto del minero, que se cansó de gritar las alegrías de este «Hippie» letal.
14. Así partió todo
En Concepción no querían que existiera Lota Schwager. Son como los españoles, tienen miedo de ir al sur del río Biobío, desde siempre y más aún cuando el cuadro minero se ganó en cancha el derecho a estar en la segunda división la temporada 1966.
Corría 1965, el Federico Schwager era el equipo de moda del torneo regional. Fue campeón de la mano de Hernán Gárate en un campeonato donde la idea de llegar al profesionalismo comenzó a invadir los pensamientos de la Carbonífera Lota Schwager S.A. (Posteriormente Enacar).
El fútbol comenzaba a expandirse a regiones y la Asociación Central de Fútbol quería un equipo en Antofagasta y otro en el sur. Los dirigentes mineros de Schwager comenzaron las conversaciones con Minas Lota, el club hermano.
Enacar fue claro que si alguno de los dos equipos llegaba al profesionalismo, había que fusionarlos. «Schwager tiene una cancha hermosa, elogiada por todos los visitantes, estabilidad económico, conjuro de una de las industrias mejor organizadas del territorio. Para Schwager no sería problema financiar un equipo. Schwager da seguridad, es el grito de gol en los rincones de Coronel y Lota, es la expansión del minero para salir al sol a través del fútbol», comentaba Julio Martínez en la revista Estadio cuando la postulación carbonífera llegó a Santiago.
Pero había un problema. En Concepción ellos querían quedarse con el cupo. Apelaban a que era la tercera ciudad más grande de Chile y un equipo solvente. Eso provocó una pugna entre ambos clubes. En Schwager les daba lo mismo que aceptaran al Conce, siempre cuando ellos también fueran parte de la Segunda División, además contaban con el respaldo de los demás equipos regionales, para los penquistas la cosa era sólo ellos. Hay egoístas que no cambian ni cinco décadas más tarde.
El lobby de Schwager fue fundamental. Habló con dirigentes e hizo valer su condición de monarca, además, el unir a Minas Lota fue visto como una oportunidad por la AFC. Junto con eso, se arregló la cancha, invirtió en el plantel e infraestructura.
Así. A inicios de mayo vino la respuesta positiva. Schwager jugaría en Segunda Profesional, también se aceptó a Antofagasta y el llanto de Concepción.
El martes 10 de mayo se hizo el acta oficial de la fusión de Minas Lota con el Federico Schwager de Coronel. Se acordó que la localía se alternaría entre ambas ciudades, algo que nunca se cumplió. Durante la primera temporada compitió con el nombre de Schwager, pese a que en su camiseta ya mostraba la unión del verde por Lota, el rojo por Coronel y el negro del carbón.
12 días después debutó en Los Andes ante Transandino. La historia minera arrancó con un triunfo 2-1 con goles de Salazar y Fuentes en la agonía del partido. «Partió bien la historia minera», escribía Martínez en la Revista Estadio. Esa temporada la lamparita fue 9°.
Recién en 1967 se hace más popular el nombre de Lota Schwager. Mostrando tesón, sacrificio y llevando consigo la bandera de una zona sufrida. Porque este equipo es especial, el único de Chile que une a dos ciudades.
15. Llévame a navegar «Marinero»
Para muchos Isaac Carrasco es el mejor lateral izquierdo de la historia, pero si como jugador fue bueno, como técnico su éxito en la B le dio el nombre de «Don ascenso», un Marcoleta a la antigua.
A Carrasco lo llamaban marinero, porque fue grumete en Talcahuano, donde jugó por Naval. Varias veces se enfrentó a Minas Lotas y Federico Schwager, pero su primera vez en la zona minera llegó en 1968 reemplazando a Hernán Gárate.
Venía de subir con el Conce, mientras Lota quedó a un paso del ascenso la temporada anterior. Su disciplina, solidez defensiva y poder ofensivo fueron claves para hacer de los mineros un equipo casi invencible. Aguantó pese al fracaso anterior.
Las comunas comenzaban su identificación con el club y los «Minelácticos» de Carrasco daban espectáculo en la cancha. A Colchagua le hicieron 7-1, 4-0 a la Universidad Técnica, tres a Ferroviarios y Trasandino, así pasaron 18 fechas invictos, sólo perdió tres.
El ascenso llegó dos fechas antes después del fin de torneo, tras la goleada a la Técnica. «Serio, sabio y consciente que prefirió irse a un club de Segunda donde podía trabajar a gusto», escribió la prensa sobre Carrasco, mientras los más de 12 mil mineros que llegaron a Schwager ese día se llevaron hasta la utilería del rival, que después reclamó por los medios.
Ernesto Díaz, Pelayo Ayala, Gabriel Galleguillos, Julio Cuello, Juan Alvarez, Héctor Acevedo, José Lagos, Carlos Araneda y Manuel García, fueron sus puntales, mientras Carrasco ya delineaba la siguiente temporada, pero, una pugna entre los dirigentes terminaron con el «Marinero» fuera del club.
Carrasco se fue choreado y fue reemplazado por el «Zorro» Álamos. Hubo que esperar 20 años para que las heridas sanaran y Carrasco regresará con cinco ascensos en su espalda, el último con Wanderers el 89′.
La cosa partió bien en 1991. El equipo tenía la esperanza de hacer bien las cosas, pero otra vez, los dirigentes se metieron e Isaac dejó de navegar en aguas mineras sin cumplir su objetivo quedando en liguilla de descenso. Falleció a los 75 años en 2004, en La Serena donde vivía con su hija, pero quedó en la eternidad carbonera.
16. Boleta o factura
Si hay que sumar los 54 años, no quedan dudas que son más derrotas que victorias, pero hay registros que simplemente avergüenzan. Goleadas impensadas, equipos improvisados y suplicios para llegar a presentarse, que dejaron a Lota Schwager pésimamente parado en calidad de visita.
Humillaciones que iniciaron en 1983, era la última fecha del campeonato del año anterior y los mineros fueron a Antofagasta, quien debía ganar por una holgada diferencia para superar a Cobresal por diferencia de gol en el último cupo de ascenso directo.
En Las Higueras, los mineros nortinos vencían 2-0 a Huachipato, mientras en la segunda región, Lota se comía su peor goleada, 9-0, lo que sembró las dudas de todos en el fútbol nacional, porque los Pumas sacaron ventaja de dos goles a Cobresal y se quedaron con el sitio en primera. El equipo tricolor fue puesto en tela de juicio, pero finalmente no hubo sanciones.
Ariel Gálvez en cinco ocasiones, Fernando González otras tres y Franklin López, marcaron para Antofagasta que propinó la peor caída de la historia minera en un equipo donde estaban Horacio Italiano, Carlos González, entre otros.
Hubo que esperar 20 años para que otra vez un portero minero la fuera a buscar nueve veces a la portería. Corría la fecha 15 de la Primera B y la crisis económica pegó fuerte de los equipos. Sólo en Lota se debían tres meses de sueldo.
Por eso ese sábado 19 de julio, los profesional, teniendo como vocero al portero Erwin Concha, decidieron no presentarse a jugar ante Deportes Ovalle en el valle del Limarí. El plantel donde estaba el «Camión» Salazar, Andrés Sepúlveda, Andrés Vásquez, entre otros, tomó la decisión luego que Bernardo Ulloa no apareciera durante esa semana en los entrenamientos.
Donde si apareció fue en el bus de los juveniles mineros que tuvieron que dar la cara ante Ovalle. Firmando contratos profesionales sobre la hora, Ulloa mandó a los jóvenes al norte en un viaje de 14 horas. Llegaron sobre la hora y para peor Ovalle los boleteó, pese a que Lota comenzó ganando con gol de Miguel Quispe a los 8′.
De ahí la devacle. Javier Barraza 31′; Bernardo Barahona 40′; Edwin González 45′, 53′; Sergio Matich 62′, 80′; Juan Aliaga 76′, 88′, 89′ marcaron el 9-1 para los verdes, quienes después pasaron 16 fechas sin ganar.
Era octubre de 2016. Ya habían comenzado los problemas financieros de la directiva de Jorge del Campo y Lota tuvo que viajar a Santa Cruz, donde comenzó el calvario del club, que finalmente terminó en descenso administrativo.
En el Joaquín Muñoz, el discreto Ángelo Giolito tuvo que recoger la pelota ocho veces desde su arco. Igor Ramos, Sebastián Julio por tres, dos goles de Juan Gaete, Francisco Lara y Fidel Córdova le dieron un 8-0 impensado al equipo del «Guagua».
Fue tanta la fiesta y sorpresa santacruzana que el marcador manual sólo tenía hasta el número 4, asi que pese a los ocho goles, en el estático solo se mantuvo el 4-0, mientras los hinchas mineros no aguantaron la humillacion y suspendieron el partido a los 88′.
17. De puntero a dar la hora
Diciembre de 1992. Unión San Felipe, Iberia de Los Ángeles y Lota Schwager. Tres equipos luchaban palmo a palmo el no caer a la tercera división. Pero no toda la temporada fue mala.
El inicio esperanzaba con realizar un papel digno en la B, e intentar superar el primer lugar en la liguilla de descenso del año anterior. Triunfos ante Puerto Montt, Santa Cruz, Iberia y otros tres empates, dejaban a los mineros invictos en las seis primeras fechas, pero todo se fue diluyendo lentamente.
De la mano con la crisis del carbón, el rendimiento del club de los pupilos de Ramón Soto fue decayendo hasta terminar con la destitución del DT y la salida de varios miembros del plantel. Aún así el club terminaba en la medianía de la tabla al fin de los primeros 15 partidos.
Víctor Manuel González tampoco pudo enrielar en camino, cosechando rachas de 4 derrotas seguidas, que comenzaban a meter a Lota en la parte baja junto a los aconcagüinos y angelinos.
Fecha 25. Apenas 1 punto separaba a Lota (19) del “Uni-Uni” y los azulgranas (18). La lucha por el descenso ya estaba desatada. Mientras los carboníferos no ganaban en sus cuatro siguientes encuentros (3 empates y 1 derrota), Iberia junto a los albirrojos lograban dos triunfos que dejaba la tabla igualada con un triple empate en 22 puntos a falta de una fecha, en donde todos jugaban de local.
San Felipe recibió a Osorno, que se había coronado campeón de la mano de Jorge Garcés cuatro fechas antes, e “inesperadamente” lo goleó por 5-0 en el Municipal.
Así, todo estaba en manos de Lota Schwager o Iberia. Los de la Provincia del Biobío se medían ante Santiago Wanderers, mientras Lota tenía que vencer a Magallanes en Schwager con José Benito Ríos como técnico, el tercero en la temporada.
Duelo apretado, y como no, si se jugaba con la radio pendiente en lo que pasa a 150 kilómetros. Las noticias no eran buenas desde Los Ángeles, ya que al final de la primera etapa el 1-0 sobre los Caturros ponía presión en la escuadra minera.
Pedro Manríquez desató el grito de algarabía, para ese grupo que ilusionó a todos a inicio de torneo. De paso, llegaban las noticias que Rodrigo Goldberg y César Marín inclinaban la cuenta a favor de los de Valparaíso y poniendo 1-2 en Los Ángeles. A 4’ del final del encuentro, Iberia igualaba el marcador, pero no le alcanzaba, con 23 unidades, quedaba último decretando su descenso a Tercera División, categoría en la que estuvo por 21 años.
Lota se quedaba en la Segunda División con suspenso. Un cuadro que tuvo con esperanza a la hinchada durante algunas fechas, pero que por problemas dirigenciales y económicos (Sí, también bailábamos con la fea en esos años). Parte importante de los jugadores del plantel dejó el club, apostando incluso, con un australiano en el pórtico, John Crawley, quien fue cedido por Colo-Colo, y otros queridos por la hincha como el «Camión» Salazar, Hército Friz y Alfonso Martínez, el pepro de ese año.
Lo importante, deportivamente, la “Lamparita” lograba el milagro, aseguraba un año más en la categoría de plata del fútbol nacional, pero poco más pudo aguantar.
18. Víctor Andrés, el señor del área
A este no le ganaba nadie por arriba. Por abajo las luchaba todas. Las divididas eran su especialidad. Con su chasca al viento llegó a Schwager para probarse y ver si es que la fortuna lo acompañaba.
Tenía 19 años cuando tomó su bolso desde
Villa Louta para pisar por primera vez el mineral. Sólo unos entrenamientos bastaron para que Osvaldo Hidalgo le levantara el pulgar. Se cumplía su primer sueño, ser parte del renacer de Lota Schwager.
Ese 2001 comenzó tambaleante, pero el apellido Sepúlveda comenzó a repetirse cada fin de semana. Quienes llegaban al estadio reconocían su garra y buen juego para salir. Era pulcro, limpio, marcando la pauta de sus compañeros.
Claudio Loncón se convirtió en su mejor guardaespaldas, su torre gemela, mientras Lota seguía ganando y mostrando solidez defensiva. Se fue Hidalgo y llegó Eduardo Apablaza, nada cambió, Él siguió siendo el patrón.
En la liguilla de ascenso no le tembló la mano para mostrar su clase. Un señor de la zaga. Ante Iberia no desentonó, así llegó la final contra Copiapó.
2-1 en Schwager con un tremendo partido, en el norte sufrió, pero en La Calera cerró su tarea como un genio. Anuló completamente a la ofensiva nortina, Jorge Lagunas llegó a soñar con esa chasca. 2-0, título, ascenso y para Andrés hubo otro premio: ser elegido como el mejor jugador de la Tercera División 2001.
Al otro año sonó en los clubes regionales, pero habló su corazón. Se quedó en Lota tres años más, siendo titular, luchando con lo poco que había hasta que a finales de 2004 llegó el llamado de la capital, Magallanes lo quería para pelear cosas grandes en la primera sociedad anónima de fútbol chileno.
No fue así. En 2006 veía como su querido Lota subía, mientras él se iba al descenso con la «Carabela». Pasó por el Vial y recién el 2008 se pudo reencontrar con Lota. Seguía siendo el mismo fiero defensor que todos conocieron. Unos años más viejo, pero efectivo.
Andrés Sepúlveda quedó en la historia tricolor, para muchos uno de los defensas más significativos que han participado de la «Lamparita» desde su regreso. Su única deuda fue no retirarse en casa, Deportes Concepción fue su último hogar.
Su fútbol sigue rondando en las canchas de Coronel. A Víctor Andrés pídele jugar de volante de corte o atrás. Al señor del área todo le sienta bien. Él siempre sabrá cómo salir jugando.
Fotografías: Blog Aguantelota y Cedidas