El objetivo era uno solo: ver al club de sus amores y a su ídolo de la infancia, ese que motivaba a Cristian Ferrada a ser el mejor en el colegio y soñar con ser futbolista. El escenario: un estadio histórico, de tablón y pintado con brochas, en el que años antes, había jugado el mejor futbolista de la historia, Pelé.
No se trata, tampoco, de una historia de un equipo llamado “grande” del país, ni mucho menos de esos que convocan a cincuenta mil hinchas, pero que, en su momento, representó a Chile en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952. Una simple camiseta albiazul es la pasión de miles de porteños que en los fines de semana, bajan los cerros, dejan en pausa la pesca y las máquinas pesadas y se reúnen en el reducto de fútbol más antiguo de Chile para alentar al club de sus amores: Naval de Talcahuano.
30 años después de ver a Leonardo Canales, su jugador favorito en cancha, la historia de Cristian Ferrada y del estadio El Morro han cambiado. Ferrada ya no es estudiante, es ahora es el presidente del Club Deportivo Social Naval (CDS) que es administrado por sus hinchas y que quiere volver a competir, tras el descenso al fútbol amateur en 2017, mientras que el pasto del reducto ahora es sintético, a diferencia del natural que lucía el “Histórico” antes del trágico Maremoto que afectó a Talcahuano y al Morro en el 2010.
EL “HISTÓRICO”, SU SEGUNDA CASA
Cristian, mientras divisa el arco sur del estadio, está en una de las galerías más reconocidas del fútbol nacional. Ubicada en el sector norte del reducto, pintada de azul y con un ancla blanca en el centro, es el lugar más famoso del mítico Estadio El Morro, reducto en el que hace de local Naval que, al día de hoy, sueña con volver a la actividad. Esta vez, de la mano de uno de los hinchas más apasionados por el club.
“Cuando uno elige ser dirigente, no piensa mucho con la cabeza, piensa más con el corazón. Fui a hacer un trabajo que ya sea bueno o malo, había que atreverse a hacerlo. Es amor por la camiseta”, relata el oriundo de Talcahuano, quien días atrás entregó el cuaderno de cargos a la ANFA Regional para postular al club en Tercera “A”. En ese momento, cuelga una llamada de teléfono. “Es mi señora (Loreto Campos), estoy seguro que quiere que vaya buscar al colegio a mi hijo Mateo”.
Dejar de lado a la familia ha sido uno de los costos más importantes que ha tenido Ferrada en su carrera como presidente del club de sus amores, quien además, fue el tercer arquero de Naval durante los años 1980 y 1982. “La familia te entiende, pero no lo comparte. Esos costos son a la larga súper fuertes porque te pasan la cuenta”, revela el padre de 3 hijos: Mateo, Pilar y Diana.
Incluso, dio a conocer que “el Estadio El Morro lo conozco como la palma de mi mano. Creo que he estado más en el estadio que en mi propia casa (risas), es medio chistoso, pero es así. Los entrenamientos, los días de partidos, las juntas, el Estadio El Morro es parte de uno”, reconoce el presidente del Club Deportivo Social de Naval de Talcahuano, quien también es transportista de buses, mientras se le ve nostálgico. Se le vienen en mente sus recuerdos como hincha.
EXPERIENCIAS QUE FUERON MOTIVACIÓN
“El año 1999, en San Fernando, en el partido de definición entre Deportes Talcahuano (se llamó así, después de que los integrantes de la Armada dejaran de financiar al club. El 2004 volvió a llamarse Naval) y Unión La Calera, fuimos campeones, el equipo dio la vuelta olímpica y yo no pude estar en la cancha, ya que estaba en la galería. Pero el jugador Ramón Tapia me llevó la copa donde estaba y me dijo ‘esta igual es tuya conchetumare’. Fue muy emocionante porque hubo un reconocimiento a lo que uno entregó como hincha a su equipo. Al final, en ese tiempo, los hinchas eran amigos con los jugadores. Había una mancomunión súper bonita con ese plantel, ya que era súper humilde. Ellos comían con nosotros pescado frito en el estadio”.
Con ese objetivo, Cristian Ferrada asumió su rol como dirigente del CDS Naval, seis años atrás. Hacer de nuevo que la institución sea familiar, donde los socios puedan relacionarse con los jugadores, ayudarse en forma mutua y, por sobre todo, sanear al equipo, ya que el año pasado descendió al fútbol amateur luego de que la Sociedad Anónima no pagara los sueldos a los jugadores. Este año, el club no participó en ninguna división, ante la desaparición de la Sociedad Anónima, y los socios delegaron a Ferrada como presidente de la institución.
“Naval tiene que ser un equipo de barrio, que la gente se junte en la sede. Tiene que volver a sus raíces, al amateurismo, tiene que volver a ser ese equipo que en los 60’ y 70’ avasalló en el Campeonato Regional”, dice Ferrada, quien espera que Naval sea aceptado en Tercera División “A” y pueda participar el próximo año, tras un año de inactividad. “Sufrí con el descenso, se me vino el mundo abajo, pero hay que sacar fuerzas para sacar esto adelante”, reflexiona el porteño, recordando la mala administración de la Sociedad Anónima que dejó una deuda de 142 millones en la ANFP y que será pagado por el CDS cuando el equipo ascienda a Primera “B”.
“Es el club de los hinchas y tenemos que hacernos notar”, finaliza. Antes de ir a buscar a Mateo a su colegio, eso sí, destaca a la directiva del CDS Naval y Abogados Talcahuano, que fueron piezas claves para recuperar al club de la S.A y convertirlo en una “administración de casa”, dejando, definitivamente, atrás a la antigua dirigencia que dejó en el fútbol amateur a la institución y en banca rota.
ROL FUNDAMENTAL PARA RECUPERAR AL CLUB
Daniel González jamás pensó que de estar llorando en las galerías del Estadio Playa Ancha de Valparaíso (2011), por la derrota de su equipo ante Santiago Wanderers por la liguilla de ascenso a Primera División, iba a estar defendiendo a su equipo en los Tribunales, ni mucho menos, siendo un hombre e hincha importante para que Naval volviera a ser dirigido por sus aficionados.
El experto en leyes, quien pertenece a Abogados Talcahuano, asesoró jurídicamente a Cristian Ferrada y directiva para sacar la tarea adelante este año. Si bien, el “Ancla” no compitió en la cancha, sí lo hizo fuera de ella y lo realizó de buena forma. Y es que ante el silencio de la Sociedad Anónima, presidida por Fernando Rojas, luego del descenso de Segunda División, los socios empezaron a buscar las formas para que el club de sus amores volviera a tener actividad en el fútbol.
EL CLUB ES NUESTRO
“Investigando en el SII y en el Conservador de Bienes Raíces, nos dimos cuenta que los accionistas mayoritarios de la Sociedad Anónima somos nosotros (87%), es decir, el CDS Naval, y no Rojas, como decía y lo hizo por varios años. Entonces, protocolizamos esto ante notario y en el Registro de Comercio y nos convertimos, después, en una junta de accionistas como los representantes de la S.A”, dio a conocer González, quien tiene en su escritorio la última foto del plantel antes de su desaparición. “Esto lo hago por el amor al club, no cobro nada”, agrega.
Por si fuera poco, el CDS demandó a Fernando Rojas y a Gilberto Araya, presidente y gerente deportivo de la Sociedad Anónima, por apropiación indebida, ya que se hicieron cargo del club sin tener la mayoría de las acciones, además de que no realizaron juntas de accionistas en los últimos cuatro años, algo que está prohibido y sancionado por la Superintendencia de Valores y Seguros. Ante esto, la Brigada de Delitos Económicos se encuentra en proceso de diligencia del caso.
González está tranquilo, pero a la vez ansioso. No haya la hora de llevar a su hijo al estadio para ver al equipo de sus amores. “Cuando nació, al segundo día de ser dado de alta en el hospital, lo llevé al Morro. Había un viento terrible, me querían matar en la casa, pero es tradición. Mi hijo es navalino al igual que yo”, reconoce el profesional egresado de la Universidad San Sebastián de Concpción, que tiene su oficina en el centro de Talcahuano.
Es una historia circular que no tiene fin, ya que los padres de Ferrada y González, quienes eran destacados hinchas de Naval en su tiempo, jamás pensaron que sus hijos, que fueron aficionados al club gracias a ellos, se transformaran en históricos de la institución. Es la vida de los que han dejado el alma y la vida por el club de sus amores, sin la intención de reconocimiento y que, en varias ocasiones, han perdido grandes sumas de dinero, pero todo por un fin que hoy ya se visualiza: que los hinchas controlen al club que hace medio siglo fue Chile en los Juegos Olímpicos y que ha superado una decena de divisiones, crisis y maremotos, el histórico e inoxidable Naval de Talcahuano.
Fotografía: Diego Ojeda / La Pelota es Mía.
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