A dos días de haber conseguido el objetivo, recién le estoy tomando el peso a la situación. Y no por el logro en sí. Sino por el contexto, por cómo y dónde se vivió. El estadio Centenario le dio un toque extra a un histórico ascenso para Uruguay Montevideo que cumplirá sus 100 años en el profesionalismo.
21 de julio, 22:57 me llega un mensaje de Martín.
Antes de empezar, les contaré quién es Martín, pilar fundamental de este logro. Es hincha, dirigente, utilero, cuerpo técnico y jugador. Está en todas, pero no porque quiera imponerse o figurar, sino porque ama como nadie al club. Y lo da todo. Te soluciona desde el más mínimo problema para que te sientas como en casa. En su casa. La defiende a muerte y quiere que cada uno que represente al equipo de «Pueblo Victoria», lo haga como él. Es lo único que te pide. Compromiso y lealtad con el escudo. Trabajaba toda la noche y a las 8 AM ya estaba ahí en la cancha dándote los buenos días y preguntando qué materiales necesitabas para el entrenamiento. Fue el que comandó las arengas previa a los partidos para que cada uno sacara al león que tenía dentro, como dijo el «Delo» desde el primer día. Y lo lograba. Te emocionaba hasta las lágrimas, te ponía los pelos de punta. Literal.
Gracias Martín por ese mensaje. «Le hablé de vos al técnico, que siempre nos dabas tremenda mano, que sos como del club. Si te pinta y tenés ganas, mañana tirate para el Parque Ancap». No lo dudé ni un segundo. Al otro día me presenté al técnico, sin conocerlo, tal como hace dos años, cuando me abrieron las puertas para vivir mi primera experiencia dentro de un cuerpo técnico.
Y ahí estaba Gastón junto al ‘profe’. El ‘Cami’. Me dieron la bienvenida y, desde que entré al vestuario, me sentí cómodo. Minutos después llegó Jorge. Un crack ‘Jiorgiao’. Amante de la vida como ninguno, siempre con una historia que contar. Tremendas anécdotas.
No voy a negar que los primeros días costó soltarme. Pero el ‘Delo’ (Gastón de Los Santos) me daba para adelante. Me dio confianza y total libertad a hacer y deshacer. A proponer trabajos y aportar mi granito de arena para el grupo. Poco a poco encontré mi lugar y me sentía útil, mientras se terminaba de conformar el plantel.
El año pasado, el equipo había llegado a la final del campeonato, pero no habían logrado conseguir el ascenso. La base del grupo estaba conformada por esos jugadores que querían revancha, a los que se sumaron otros pilares fundamentales. Fuimos de menos a más, poco a poco el plantel fue entendiendo la idea. Y se notó.
Perdimos con Miramar en la primera fecha y le ganamos bien a Platense en la segunda. Luego vinieron triunfos a Canadian y Potencia. Un empate con Salus y una nueva derrota contra Basañez nos golpearon. Fue un cachetazo que despertó a ese león dormido. Hicimos nuestro mejor partido -hasta ese momento- contra Oriental y goleamos a Los Halcones para cerrar el grupo en el tercer lugar.
Un mes estuvimos sin jugar por casos de Covid en Bellavista, nuestro primer rival en los playoffs. Ganamos 2 a 0 en el partido de ida un lunes y, el miércoles, 1 a 0 en la vuelta. En dos días nos convertimos en semifinalistas. Se nos venía la prueba más dura. Nos tocaba contra el «favorito» en los papeles; La Luz. Un equipo que se armó con jugadores de experiencia y que su grupo lo ganaron cómodamente. Pero en la cancha son 11 y el objetivo es el mismo: el ascenso. Nunca dudamos, ni jugadores ni cuerpo técnico. Sabíamos lo que queríamos y teníamos que ir por eso. Como el león cuando caza a su presa.
Un empate sin goles en nuestra cancha para ir a definir todo al pasto sintético con 30 grados de calor, un miércoles a las 10 de la mañana. Empezamos perdiendo y el tiempo pasaba. Perdimos un penal. La desesperación se hacía sentir fuera de la cancha. ¿Adentro? El equipo nunca entró en ese juego. Gol del ‘Nico’ Vigneri, a los 86′, para empatar la serie y forzar el alargue.
Acá me quiero detener. En el ‘Nico’ Vigneri. 37 años y experiencia por dónde se le mire. Pasos por los dos grandes de Uruguay; Peñarol y Nacional. Cruz Azul de México, Racing de Argentina, España… Curriculum de sobra. Pero él quería estar en el equipo de su barrio. Dónde creció y se crio. Quería vestir la celeste de Uruguay Montevideo y, por qué no, hacer historia con ese club al que siempre fue a apoyar. Del que se considera un hincha más. Y no era que quería estar por capricho, eso que dicen que los ídolos vienen a retirarse a su equipo. No. Él vino a ser pieza fundamental de un plantel que quería ese ascenso.
Primer tiempo de alargue y nos expulsan a uno. Minutos después, penal a Vigneri. Michel Sosa, el mismo que se había perdido el penal en el segundo tiempo, agarró la pelota y con una frialdad de pocos, puso el 2 a 1 a favor. Segundo tiempo extra y, nuevamente, con Vigneri de protagonista, hicimos el tercero. Fue el Fede, ese que le costó entrar al once titular, pero cuando lo hizo, no soltó nunca más la banda derecha. Desafortunadamente, nos empataron. 3 a 3 final y penales.
Fede, Damián, Nico, Willy y el ‘Jabalí’ fueron los héroes de la parte final. Perdón, me faltó uno. El ‘Samu’. Atajó el penal que nos dio el pase a la final. Tremendo, Samurio. Festejos con lo que quedaba de energía. ¡Imagínense que en cada oportunidad que tenían los jugadores, se tiraban agua en los pies, porque les quemaban! Ni hablar de las ampollas posteriores… y en dos días teníamos que jugar la primera final.
Volvimos al José Nasazzi, cancha de Bellavista para jugar el penúltimo partido del año. Misma cancha donde le ganamos a Platense, perdimos con Basañez, vencimos a Oriental y a Bellavista. Un 1 a 1 final para ir a definir todo a nuestro estadio; el Parque Ancap.
Había promesa de fiesta. El club nunca había salido campeón y ascendido como local. Martín junto a un grupo de jugadores se dedicaron a pintar los muros, limpiar la cancha. Se cortó el pasto. Estaba todo listo para que ese 15 de diciembre quedara grabado en la historia del equipo.
Un día antes se cambió el escenario y el estadio Centenario se vestía de gala para recibir la final. ¡Sí, el mítico Centenario! El mismo donde han pasado campeones del mundo. Donde han jugado los mejores. Por algo fue declarado Monumento Histórico del Fútbol Mundial.
Dormí poco esa noche. Mucha ansiedad y ganas de que empiece el partido. Quería que suene el pitazo inicial y ver a los once leones vestidos de celeste, disfrutar. Había estado dos veces en el Centenario. Una que fui al museo y, la otra, como espectador de un clásico de verano entre Peñarol y Nacional. Desde adentro es otra cosa. Es intimidante, te atrapa. Una locura, un sueño.
Vestuario de lujo. El de la selección. Charla del ‘Delo’ con una historia de leones de por medio. No había otra mejor manera de motivar a la manada. Calentamiento al borde de la cancha, porque no se podía pisar. Pitazo inicial. Empezó la fiesta.
Gol de Sosa. 1 a 0 arriba siendo superiores en juego. Merecíamos más, pero en el fútbol no se merece. Sabíamos que estábamos bien, pero necesitábamos más. Un detalle nos podía complicar. Y así fue. Empate a 1 en los 90′. Otro alargue. En menos de una semana, dos partidos con tiempo extra. Una locura. Se sentía el desgaste físico, pero la cabeza fría siempre se mantuvo. Al menos dentro de la cancha. Tapadón de Samurio que valió como un gol y festejo de su compadre Facundo, minutos después. Un golazo merecido. Cinco minutos quedaban para dejar atrás el «fantasma» del año anterior.
Apareció la experiencia del histórico capitán. El ‘Nacho’. El mismo que se había retirado el año pasado y que iba a ser parte del cuerpo técnico. Pero cinco minutos antes de empezar el primer entrenamiento del año, decidió que iba a volver a jugar. Lo que es el destino. Esos cinco minutos se hicieron eternos. Pero llegó el momento esperado. Pitazo final y abrazos por todos lados. Llantos de revancha para algunos. El Pueblo Victoria estaba de fiesta.
Doce años tuvieron que pasar para que el equipo volviera al profesionalismo. Y qué mejor que cumplir los 100 años del club en la B. Tremendo regalo por todo el sacrificio que hay detrás de cada detalle. Merecido regalo. Caravana desde el Centenario hasta el Parque Ancap y todo el barrio esperándonos como verdaderos héroes. Vuelta olímpica en la cancha. Esa cancha que sabía que volveríamos con la copa.
Gracias Samu, ‘Flaco’ Dalmas, Mati, Fede, Ema, ‘Gringo’, Willy, ‘Jaba’, Eze, ‘Koko’, Gambo, Muga, Jairo, ‘Tonga’, Nacho, Dami, Brian, Santi Mas, Nacho Caballero y Pintos, Michel, Facu Rodríguez y Pérez, Gordo Vega, Mauro, Nahuel y Nico Vigneri. Gracias Delo, Cami y Jorge. Gracias Chino y Hojota. Gracias Mauri, Futu, Nico, Víctor, Daniel. Perdón si me falta alguien.
Gracias Martín por ese mensaje.