La Pelota es Mía revive a siete años de un histórico ascenso, los momentos bisagra de un equipo que logró afrontar la adversidad en momentos complejos y supo mantener el aplomo para lograr un ascenso que aún sigue recordado.
El pasado martes 28 de mayo de 2013, finalizaba una etapa histórica en los jóvenes 18 años de la Universidad de Concepción. Con una cena para todo el plantel, se daba por concluida la «Operación Retorno» con el objetivo cumplido 48 horas antes: el ascenso a Primera División.
Sin embargo, este camino comenzó un poco antes y no con la misma alegría con que se festejó el titulo. Algunas de las historias que rodean al equipo comandado por Pablo «Vitamina» Sánchez, Ramiro Loguercio y Patricio Graff las conocerás acá:
1.- El sueño del retorno comenzó en Rosario y cruzó Los Andes: Eran las 11:05 de la mañana, Colo-Colo esquina Freire. Un «chascón» con acento argentino cruzaba a un kiosko a comprar un encendedor, de manera nerviosa; poco y nada se ubicaba en Concepción. Mientras su compañero de cabello rubio, chaqueta y bufanda negra, esperaba a la entrada de la oficina central de Lotería. El ruido de los autos y el andar de los penquistas, se mezclaba con relatos del presente futbolístico de Argentina. «Bianchi le hará bien a Boca, es un gran entrenador» mencionaba el primer sujeto, mientras prendía un Marlboro.
Era el 20 de diciembre de 2012; Pablo Andrés Sánchez y Patricio Andrés Graff enfrentaban a los medios penquistas, tras oficializar su contrato con la Universidad de Concepción. “No prometo el ascenso, sino un trabajo con responsabilidad y respeto por esta institución” señalaba Sánchez. Un par de días antes, ambos cruzaron la cordillera en auto desde Argentina, hospedaban en un hotel y su valija traía el ascenso.
2.- Regalo de fiestas de fin de año: la intertemporada: Tras la firma de contrato y el desconocimiento de varios periodistas por la labor que podían hacer desde el banco dos monstruos del planeta fútbol, el trabajo comenzó. La intertemporada emprendía vuelo y dejaba en tierra Navidad, Año Nuevo y el descanso.
Algunos jugadores lloraban del otro lado del teléfono, cuando se les informaba de presentarse el 22 de diciembre a este proceso. Incluso el propio cuerpo técnico se olvidó de estas fiestas y dedicó sus esfuerzos a trabajar por el ascenso. Desde allí, varios días de trabajo en la playa de Penco y Bellavista, de cara al comienzo de la pretemporada el 4 de enero. Pretemporada que pocos disfrutaron y muchos sufrieron.
3.- Pretemporada, dobles turnos y concentración «militar»: «Tenemos el plantel que quería el cuerpo técnico y ya comenzaremos las cargas especificas, trabajo de velocidad y las primeras prácticas de fútbol», conversaba Ramiro Loguercio durante los primeros días de enero, a la salida de Enap y mientras subía al bus auricielo. El viento, la brisa y el Campanil no tuvieron descanso. Concentración absoluta durante diez días, sin ver a la familia y solo pensando en el retorno. Dobles jornadas que molestaron a varios. «Estoy chato de esta cagá de entrenar como seis horas», se escuchó en más de una ocasión a la salida de un entrenamiento.
La idea era conocer al grupo, mostrarles el proyecto y que creyeran en él. Uno de los principales motivadores fue Gabriel Vargas, quien por momentos se sintió el responsable del descenso. Él, como capitán y referente, tomó la batuta y motivó a varios de sus compañeros a correr más, a transpirar más y darlo todo en el campo. «Corre weon, tenemos que volver a primera», se escuchó por momentos en Bellavista o Enap.
4.- «Los maestros de la bazuca»: «Yo soy tu maestro, quien supo enseñarte fui el segundo en tu vida pero el primero en amarte, como es posible que me digas que lo amas, cuando yo sé que soy el dueño de tu cama». Henry Méndez ni debe saber que su canción fue el himno del ascenso. Desde el primer día, sonó en cada concentración, partido, previa y encuentro de los auricielos.
Olvidando el «Gangam Style» del 2012, la cumbia y lo electrónico musicalizó el bunker del Campanil, siento Marcelo Aguirre, Andrés Imperiale y Aníbal Carvallo los principales exponentes del sonido auricielo. «Les traemos esto para que se motiven, chicos», mientras aparece una caja y en su interior, una «bazuca» (parlante para escuchar música). Algo insólito en un camarín: el cuerpo técnico le regaló la bocina al plantel para musicalizar el camino al éxito.
5.- Amistosos y el primer equipo «titular»: Tras las fases de puesta a punto física, vino el fútbol, los amistosos y lo mejor: los goles. El tiro libre de Renato Gonzalez a lo «Beckham», los tres de Ruiz a Iberia, el primero de Vargas ante Lota. Canasta limpia en los amistosos previos al debut y de la mano con ello, el primer once que «Vitamina» tendría en mente. «Los tenemos a casi todos listos, nos falta por solucionar uno o dos puestos», comentaba a la pasada, mientras Patricio Graff conversaba con algunos de los muchachos en la cancha del Estadio Atlético.
Canchas divididas en tres rectángulos correr muchísimo, litros de la bebida energizante naranja y la mirada atenta de uno de los gestores del campeón: Mario Lucero. «Este equipo dará mucho de que hablar» conversaba con un par de dirigentes, mientras los más jovenes corrían por el borde del campo. Por esos días, Occupé Bayenga sufría una lesión, era operado y se convertía en padre.
Un desorientado Esteban Flores integraba los entrenamientos y conversaba con Eduardo Vilchez, Jeyson Mena y Gerardo Navarrete; sin saber que su destino sería componer el once campeón. Y un olvidado Aníbal Carvallo, molestaba en cada entrevista que daban sus compañeros, sin tener la noción de que sería uno de los pilares de la hazaña.
Finalmente, el fixture daba como debutante en el torneo a la Universidad de Concepción ante Unión Temuco el 9 de feberero en la Araucanía. El día antes, «Vitamina» confirmaba el once y sorprendía con un desconocido Marcelo Aguirre y la presencia de Héctor Berrios reemplazando al «pescado» Díaz. Muñoz; Berrios, Machuca, Imperiale y Menna; Lepe, Navarrete, Aguirre y González; Vargas y Muñoz eran los once que vencían a Unión Temuco por 2-0 en la Araucanía.
6. – El banco de suplentes bajo «Los del Foro» y un vídeo que devolvió el alma al cuerpo: El sábado 13 de abril, la UdeC venía repuntando tras un inicio algo dubitativo. Y ante Naval, que estuvo entre los dos primeros gran parte de la primera fase, daría el golpe de gracia con un sólido 2-0 en El Morro. Pero antes, un vídeo con saludos de la familia camino a Talcahuano emocionó a más de alguno que con lágrimas en los ojos salió a pelear el ascenso juramentado a en los antiguos camarines del Ester Roa Rebolledo.
Catorce días más tarde y tras el triunfo ante Deportes Concepción con goles de Gabriel Vargas, donde el Campanil hizo de visitante, cambió la ubicación en el viejo Collao utilizando el banco de suplentes que da hacía la carretera y en el sector donde se ubica la hinchada auricielo. Desde allí, la derrota como local se hizo desconocida.
7.- Los que no juegan, también son del plantel campeón: Dentro del equipo auricielo, varios jugadores no vieron acción muchos minutos. Sin embargo, su rol «fuera de la cancha» fue igual o más relevante. En un encuentro, el meta Guillermo Orellana hizo las veces de pasapelotas, para apurar el juego y la gracia le costó una amarilla. Incluso en el momento de la final, cuando solo 18 eran los citados, el compromiso del plantel era tal que todos los jugadores viajaron junto a la delegación (algunos en auto y por su cuenta). Todos gritaron, arengaron y celebraron la copa como uno más, que precisamente lo eran.
8.- Un «tanque» que pese a no anotar, se ganó el cariño de todos: Caso especial es el de Diego Ruiz. Viajó solo en auto, desde Argentina, para sellar su vinculo con el Campanil. El gol y Diego no se encontraron lamentablemente. Pese a ello, estuvo en casi todos los partidos, se ganó el cariño de sus pares (fue escogido el mejor compañero por ellos) y según muchos, fue clave durante minutos finales en Curicó. «Había que sacarlas todas para ser campeones», confesó «Ivan Drago» emocionado en el camarín de La Granja.
9.- Los «ché» del plantel y una amistad más allá de la cancha: La llegada de Machuca, Aguirre, Ruiz y Muñoz, motivó el espíritu albiceleste en el camarín. El mate, «Nene Malo» y las «cargadas» fueron comunes en cada entrenamiento. Humor, bromas y siempre una sonrisa, fue lo que desarrollaron los extranjeros del grupo. A ellos se les sumó Aníbal Carvallo, quien en más de una ocasión se sentía como un argento más.
10.- La última arenga: Previo al encuentro en la Granja, el grupo observó el último vídeo motivacional. En él, imágenes de sus familias, el relato de la Operación Retorno y los logros obtenidos, inspiraron a los once guerreros, como bien los llamaba Loguercio para dar el último golpe. Así, enfrentaron el ambiente hostil de Curicó y se alzaron como campeones.
Fotografía: Cedida Renato Cuevas