En el marco del especial de La Pelota es Mía en torno a un nuevo aniversario del Ancla, recordamos los últimos días del gran ídolo navalino. Uno que acompañó hasta el último día a su equipo, y lejos de la gloria que lo rodeó en cancha, siempre tuvo la humildad de un chorero de corazón.
«El equipo a veces anda, a veces le falta. Pero de a poco se va encontrando». En la entrada del camarín del Bernardino Luna de Coronel, Óscar Herrera conversa con unos pocos periodistas que hicieron la travesía de trasladarse desde Talcahuano y Concepción hasta la Cuenca del Carbón para seguir los pasos de un irregular Naval que en ese 2015 jugaba el torneo de Segunda División.
El Naval de Felipe Cornejo venía de vencer a Valdivia por 1-0 en una lluviosa tarde noche el 27 de septiembre y se ubicaba tercero en el torneo de ascenso. La fecha siguiente sería la última que el ‘Jurel’ vería de su amado ancla, del cual fue referente, goleador, ídolo y coordinador deportivo hasta su último día, ese domingo 4 de octubre cuando venció en el mismo recinto a Lota Schwager y se subía a la pelea por el título.
Un día más tarde, y tras una última llamada a su hijo, Herrera fallecía a la edad de 56 años de un paro cardiorespiratorio dejando un vacío interminable en toda la familia navalina. El puerto lloró la partida de su ídolo, incluso con lluvia en algún pasaje de su emotivo funeral en El Morro. Lluvia y lágrimas que se mezclaron en algún momento, y el corazón de una ciudad que lleva en su nombre la fuerza roto de la tristeza por la partida de uno de los suyos.
Y el Jurel se volvió un talismán, un símbolo en el camarín con el lienzo que cargaba ese plantel, las oraciones antes de cada partido y el equipo estuvo a punto de ascender. Pero no pudo. así se recuerda una de las últimas campañas exitosas de los del puerto, junto a la de Patricio Almendra en 2017.
Sin embargo, la huella de Herrera es imborrable. 158 goles en su carrera, haber vestido la camiseta de la Selección Nacional y que Naval volviese a ser sinónimo de Chile, pero sobre todo aquellos principios que mantuvo fuera de la cancha, incluso en los peores momentos.
Un saludo educado, una palabra de apoyo para los juveniles, una anécdota o una picardía para quienes comenzamos en la profesión y conocimos a un verdadero mito del fútbol chileno. Así era el Jurel, uno que te atendía el teléfono pese a ser una gloria del fútbol, al igual que muchos o todos los de su generación, uno que sabía que el mejor legado era lo humano.
Herrera no pudo volver al Morro para ver a su navalito en cancha jugar por los puntos, apenas pudo darle el vamos a las luces nocturnas un mes antes, dónde entró dominando esa noche de septiembre y sintiéndose en su casa, como siempre fue.
Porque aunque ya no esté, y estas palabras parezcan insuficientes para destacar a un ídolo y sobre todo una buena persona, el día que su Naval vuelva, el Jurel volverá a recorrer la manga y el sintético césped del Morro como lo hizo toda la vida, y volverá su espíritu a recorrer esa cancha con condiciones únicas, la que será su casa.
Fotografías: Facebook Michel Saavedra y cedida
Que lindas palabras y como cuentas la historia de mi padre en sus últimos días en Naval, agradezco la bella nota y las palabras emotivas sobre mi padre, muy buen trabajo!
Gracias
Óscar, normalmente no respondemos a los comentarios pero en este caso no lo podemos dejar pasar. Personalmente, compartí con tu padre algunos momentos por mi trabajo como periodista de Deportes del Diario El Sur entre 2014 y 2016 (sigo en el diario en otras áreas), y lo que escribí para este especial lo hice desde esos recuerdos tanto en el Morro, pero sobre todo en el Luna o Tomé. Siempre conversaba con nosotros postpartido y tenía alguna anécdota o consejo; hacer un especial de Naval no puede comenzar sin un homenaje y un recuerdo para tu padre, que fue ídolo para muchos pero sobre todo una humilde y gran persona. En vida se lo pudimos decir más de una vez, un abrazo enorme y siempre a disposición.
Felipe Cuevas
Editor General La Pelota es Mía